nombres y rostros
Ellos me dan el número de su carné de socio, yo lo introduzco en el ordenador, y aparecen en la pantalla el nombre y los apellidos del cliente; esta operación la repito multitud de veces al día, y es curioso, porque tengo la convicción de que existe una secreta correspondencia entre los rostros de mis clientes y sus nombres. No es extraño que me diga a mí mismo: era evidente que se llama Alfredo o no podía llamarse de otro modo que Julia o otra Laura con cara de Laura.
Aunque tampoco voy a pasarme de listo, porque hasta ayer no me enteré de que mi amiga Mirabela la niña rumana de trece años que quiere ser actriz-, no se llama Mirabela sino Sofía; la que sí se llama Mirabela es la dueña del carné, esto es, su madre, a quien no conozco.
Aunque tampoco voy a pasarme de listo, porque hasta ayer no me enteré de que mi amiga Mirabela la niña rumana de trece años que quiere ser actriz-, no se llama Mirabela sino Sofía; la que sí se llama Mirabela es la dueña del carné, esto es, su madre, a quien no conozco.
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Lokura -